miércoles, 4 de mayo de 2011

todo sobre un mismo comienzo

Léeme los labios...
No quiero que te vallas.

Estoy harta de despedidas.

Estoy harta de esperas.

Lo daría todo porque me vieras con los mismos ojos con lo que yo te miro.

Deseo que me desees tanto como yo lo hago.
Respiro esperando saborear tu aliento.
Al dormir te busco entre mis frías sabanas.
Al amanecer despierto y recuerdo un atisbo de tu presencia,
y me enojo.

Comienzo a buscar atrás...
y te encuentro muy a menudo;
pequeño, dulce, fuerte, pero nunca...
Parece que tu nunca me encuentras,
que no fuera yo quién buscas,
y me enojo.

Me gustaría que todos los días fueran como hoy.

Me gusta perderme del tiempo entre tus labios, tu espalda, tu aroma, mis sábanas...


Me gusta y por eso me enojo.

Vuelvo a estar sentada, vuelvo a empezar la misma historia.

Ahora es cuando descubro que mi enojo es miedo,
es miedo porque lo que niego florece inevitablemente y siento,
y te echo de menos,
por eso me enojo y olvido, cierro lo ojos y respiro,
ocupo mi tiempo que antes fluido contigo se vuelve espeso y amargo,


y sigo caminando,

y sigo respirando con los ojos cerrados para esté donde esté,

no verte, no sentirte, no echarte de menos...


Pero luego vuelves,

siempre vuelves,

y no se porque te marchas si luego vuelves,


y parece un juego, y no es un juego,

y parece algo... pero no es nada;

Pero cuando vuelves no hay enojo, porque ¿Cómo podría haberlo?

Cuando vuelves solo puedo mirarte, porque no puedo cerrar los ojos, porque todo lo demás no está,
y siento que el mundo desaparece y me siento segura.


Porque tus brazos son grandes cuando me abrazan,
porque nunca tengo frío cuando estas conmigo,
porque dormir se vuelve menos importante,
porque solo tengo hambre y sed de ti.

Pero... Hago como si no pasara esto, y borro todo lo bonito que dura lo que tu estancia,

e ignoro lo que siento porque así es más fácil,

y no lloro, ni te echo de menos, ni me enfado, ni soy yo.


Porque si fuera yo, y abriera los ojos, caminaría despierta cualquier camino que acabara contigo,
porque si tuviera que admitir ante ti que te echo de menos, realmente sentiría miedo,

miedo de que tu no sientas lo mismo,


¿Y si es así? Entonces yo no puedo hacer nada,

y comienza una historia, que vuelve a comenzar una y otra vez, con la misma esencia,

contigo y conmigo y los dos solos,

con nuestros miedos, sin nuestro amor y con los ojos cerrados perdidos buscando nuestro camino.

Y ahora, si cualquier cosa me indicara que una ínfima parte de ti siente algo parecido a esto, cogería cualquier metro, cualquier autobús, cualquier tren, coche u avión, y jugaría contigo a lo que tú quisieras hasta el alba, sintiendo en tu manera de sonreírme que merece la pena decir lo que se siente.

Solo el miedo es vencedor cuando tus ojos hablan y tus labios callan.

Apenas sale el alba,

no estás a mi lado, puede que estés con otra,

pero la luz ha disipado el miedo,

por lo que he de admitir, querido amigo,

te quiero, y te echo de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario